El mejor café del mundo
Casi siempre escribo para quejarme por algo: El clima, la economía, nuestro sacrosanto gobierno, el cine, mi persistente insomnio… pero hoy no.
Hoy escribo para contarles que me he tomado uno de los mejores cafés de mi vida. Sí, como lo oyen. De-mi-vida.
No es un café fino. Se trata de uno de esos que pueden hallarse en cualquier supermercado. Tampoco tengo una cafetera de antología: Una cafetera de las normalitas y leche, deslactosada, porque si no no me la acabo con los cólicos, las diarreas y las vergüenzas.
Estaba cansado de teclear y teclear toda la noche. Eran cerca de las cinco de la mañana y ya no podía más. O sí podía, pero estaba embotado. Estos días he dormido mucho o he dormido poco. Pero no he dormido normalmente, y cuando duermo mucho descanso poco, pues despierto cada veinte minutos.
En fin… que decidí hacerme un café. No varié en nada mi procedimiento habitual: Una cucharadita de café por taza, agua, leche, un poco de azúcar… pero me supo a gloria. Casi oigo cantar a los angelitos de lo sabroso que me pareció aquel café sin nada especial. Creo que lo necesitaba tanto que por eso tuve esta especie de éxtasis místico-cafetalero. Je, je.
Y, contento, reanimado y sintiéndome el hombre más afortunado del mundo seguí aporreando el teclado con singular alegría.
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