El derrame de crudo en el Golfo
Hace unas semanas que esta noticia ha retumbado como una bomba atómica en todos los medios de comunicación, y no es para menos: Miles de litros de crudo (hablo de petróleo, no de alcohólicos con resaca) se están escapando de una perforación hecha en el Golfo de México gracias a la estupidez de un montón de ingenieros que no previeron las consecuencias, reprobaron algunas materias en la universidad o compraron materiales de mala calidad. Esta tragedia no es un desastre natural, ni puede verse como un accidente, ya que existen protocolos para evitar estas cosas y ni siquiera me atrevo a imaginar el impacto ecológico que ha tenido y el que tendrá durante décadas. Es, pues, producto de la estupidez humana, de la avaricia o de una combinación de ambas cosas, y los millones de seres vivos que han perecido a consecuencia de este incidente no recobrarán la vida porque BP (la compañía culpable) pida disculpas o intente resarcir los daños arrojando unas cuantas monedas. Son culpables de un homicidio de proporciones gigantescas, casi apocalípticas. No sé qué porcentaje de la vida en el planeta ha sucumbido a consecuencia de su idiotez, pero es un porcentaje significativo y por desgracia no hay nadie que represente a los peces, ni a los leones marinos, ni a las aves o a la vida microscópica que ha dejado de existir, pero gracias a imbéciles como estos nuestro mundo es cada vez menos habitable. Claro, extraen petróleo y ello beneficia a la industria, pero incurren en riesgos gigantescos que atentan contra la eficacia del mundo para resarcirse de los daños que les provocamos todos los días. Si hubiera justicia en el mundo (que no la hay, ya lo sé), cada uno de los directivos de esta compañía debería recibir un correo con una mentada de madre por cada ser vivo que han asesinado impunemente.
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