El mejor café del mundo

Casi siempre escribo para quejarme por algo: El clima, la economía, nuestro sacrosanto gobierno, el cine, mi persistente insomnio… pero hoy no.

Hoy escribo para contarles que me he tomado uno de los mejores cafés de mi vida. Sí, como lo oyen. De-mi-vida.

No es un café fino. Se trata de uno de esos que pueden hallarse en cualquier supermercado. Tampoco tengo una cafetera de antología: Una cafetera de las normalitas y leche, deslactosada, porque si no no me la acabo con los cólicos, las diarreas y las vergüenzas.

Estaba cansado de teclear y teclear toda la noche. Eran cerca de las cinco de la mañana y ya no podía más. O sí podía, pero estaba embotado. Estos días he dormido mucho o he dormido poco. Pero no he dormido normalmente, y cuando duermo mucho descanso poco, pues despierto cada veinte minutos.

En fin… que decidí hacerme un café. No varié en nada mi procedimiento habitual: Una cucharadita de café por taza, agua, leche, un poco de azúcar… pero me supo a gloria. Casi oigo cantar a los angelitos de lo sabroso que me pareció aquel café sin nada especial. Creo que lo necesitaba tanto que por eso tuve esta especie de éxtasis místico-cafetalero. Je, je.

Y, contento, reanimado y sintiéndome el hombre más afortunado del mundo seguí aporreando el teclado con singular alegría.

México, campeón de la Copa de Oro

Ya he dicho antes que no soy aficionado a ver deportes en la televisión, pero por alguna razón seguí más o menos los avances de la copa de oro, en la cual México salió triunfador al derrotar a los Estados Unidos en la final. Me gustó mucho el último partido, aunque no lo vi más que a trozos, y me pareció que la actuación de todos fue buena. Incluso la del famoso Chicharito, que aunque no brilló como se pensaba, le dio confianza al equipo y bueno, ya se sabe que un equipo juega tan bien como la moral imperante se lo permite.

Felicidades a la Selección Nacional.

Huracán

Estamos de huracán. Beatriz nos tiene empapados, con un poco de frío y los paraguas listos, pero parece que poco a poco va pasando, aunque el pronóstico del tiempo no es muy halagador para los próximos días. Seguirá lloviendo, bajará la temperatura y habrá que cuidarse para no pescar una gripe.

Buena época para encerrarse con un café en la mano y un buen libro.

La palabra más bonita del idioma español

Según una reciente votación organizada por el Instituto Cervantes, resulta que la palabra más bonita del idioma español es “Querétaro”, que como sabemos designa a una ciudad y a un estado de México. Yo no lo sabía, pero “Querétaro” significa “Isla de las Salamandras Azules” pero no sé a qué isla se referirá, ya que lo único que he visto en Querétaro es la ciudad, sin lagos y sin islas. Será que no conozco bien el estado y en algún lugar estará la dichosa isla y las mentadas salamandras pitufas.

En fin, que me parece una cosa de broma. La palabra, por otra parte, fue propuesta por el (a mi criterio) pésimo actor mexicano Gael García Bernal, y le siguieron “Gracias” y “Sueño”, propuestas respectivamente por el cantante Raphael y el psiquiatra Luis Rojas.

Así que si quieren decir algo bonito, digan “Querétaro”. Ja, ja.

Cuando los peces no abundan

Cuando los peces no abundan, ha llegado la hora de arrear las redes y cambiar de oficio. Tal vez ganadero, tal vez político, tal vez vendedor ambulante.

O, tal vez, ha llegado la hora de la siesta y habrá que dejar descansar a los pobres animalejos, alejarse un poco, ver las cosas en perspectiva, hacer algunos cambios, modificar las técnicas, dejar descansar las ideas, tomar energías y, un tiempo después, volver a la carga.

Como se ve, hay muchos posibles abordajes a este problema. Lo único en que coinciden casi todo ellos es que no tiene sentido forzar las cosas, y más vale tomárselo con calma para que el bajón de ánimo no se nos venga encima y podamos disfrutar de las cosas con más calma y tranquilidad.

Total, una mala época la tiene cualquiera, hasta un pato.

Hecho un camote

Recientemente estoy vuelto un idiota. Bueno, ya era un idiota comprobado, pero quiero decir que ando hecho un nudo con todo. Horarios, trabajo, lecturas. Parece que no tengo tiempo para nada y no hago sino añadir cosas a la lista. Por eso no he escrito mucho ni aquí ni en ninguna parte, porque a fin de cuentas no tengo idea de qué va primero y qué va después. Hay 10 libros que quiero leer ya, un montón de ideas para posts, miles de pendientes en casa y nada de tiempo. Cero. None. Nada de nada.

O sea que debo aprender a organizarme, pero como el libro que me podría ayudar a organizarme tiene chorrocientas mil páginas, tampoco me ha dado tiempo de terminarlo. Por momentos pienso que necesito una especie de “Tiempo Fuera” pero esto no es un partido de futbol ni de baloncesto y no sé cómo hacer para que el tiempo se prolongue un poquito más y tenga capacidad de conseguir lo que deseo, o lo que pienso que debería hacer.

A quienes les da por lo “Zen” siempre dicen que una cosa a la vez, que la simplicidad es la clave de todo, que reducir las necesidades hará que se reduzcan las responsabilidades, pero eso no funciona muy bien ni en la vida moderna ni con mi personalidad, que siempre quiero tener más cosas hechas en menor tiempo y lo único que consigo es hacerlo todo mal, o tardarme más de la cuenta. Y no me queda más remedio que el multitasking, para el que soy pésimo.

En fin, una disculpa por esta pataleta, pero a alguien tenía que decirle que estoy hecho un camote. Hecho bolas. Hecho un revoltijo.

Paz, reto no cumplido en México

Es triste que el gobierno lleve ya casi un sexenio enfrentando la ola de violencia más brutal que ha sacudido a México y que, hasta ahora, no se haya podido resolver el problema. Asesinatos, violaciones de los derechos humanos y, sobre todo, el miedo, son cosa de todos los días en los noticieros de México, y en los encabezados de publicaciones internacionales, al grado de que algunos países han desaconsejado a sus habitantes el viajar a México por el riesgo que esto implica.

Y esto viene a suceder cuando los esfuerzos por combatir a los delincuentes se han hecho más intensos (al menos eso es lo que parece). El ejército sustituyendo a la policía, retenes en numerosas carreteras, enormes cantidades de recursos económicos (y propagandísticos) y nada. Cada vez estamos peor.

Para esto, más valdría no tratar de imponer la paz, que el resultado ha sido el opuesto.

Todas esas vidas perdidas no se justifican con nada, y las autoridades no saben ni a quién perseguir. O si lo saben no lo hacen. O si quieren hacerlo no lo consiguen, pues nadie puede negar las muertes y los tiroteos, y nadie puede decir que en este aspecto estamos mejor que antes.

Vamos de mal en peor.

Lectura digital

Tras varias pataletas, una entrada pseudo-tecnológica. ¡Olé!

No tengo absolutamente nada contra los lectores digitales, o lectores de eBooks, o eBook Readers, o eReaders, como quieran llamarles.

Fui uno de los primeros en comprar un lector de e-ink allá en el 2006 y aunque ya he cambiado, muy recientemente, aquel vetusto Sony Reader 500 por un Papyre 6.2, sigo leyendo en papel. Es difícil para mí entrar a una librería y no salir con un libro bajo el brazo, pero uso mi lector electrónico prácticamente todos los días de la semana. Es raro, muy raro, que no lo utilice por más de 24 horas pues como tengo la costumbre de leer varios libros a la vez… pues ello me da la oportunidad de echarle un ojo al libro en papel en turno (ahora estoy leyendo Ethan Frome) y al libro electrónico, donde leo, además de la novela que toca (Tiempo para amar, de Heinlein), las actualizaciones de algunos blogs que no quiero perderme por nada en el mundo. Así las cosas, y con cinco años de experiencia cotidiana en el uso de ambos sistemas de lectura, les digo que NO HAY DIFERENCIA, y que aunque un libro es más práctico porque no hay que cargarlo ni nada de eso, el lector electrónico es comodísimo, tanto como el papel mismo, con la ventaja de que en unos cuantos gramos se pueden tener miles de libros para leer, consultar o presumir.

Lo único que no me gusta de la literatura digital es el asunto de los formatos y de los derechos digitales (DRM) que son más restrictivos que en el caso de los libros de papel. A pesar del predominio del formato epub, aún no es aceptado por todos los dispositivos, y aquellos libros que compramos para un aparato no pueden ser leídos en otro si tienen DRM. Eso es un asco.

Y otra queja: ¿Por qué los precios de los libros electrónicos son tan altos? Si apenas cuesta algo transmitirlos a través de la red, las ganancias son enormes para las editoriales, pero el lector es el perjudicado.

Y una más: La carencia de buenos libros electrónico en español. Bien se ve lo atrasados que estamos cuando es tan difícil hallar los títulos más recientes en nuestro idioma.

Pero de todas formas agradezco la existencia de estos aparatejos, que como me leo entre 50 y 100 libros al año, me ahorran mucho espacio y, bien cargado, un aparato de estos me dura dos o tres semanas sin tener que preocuparme de conectarlo al tomacorriente.

Celulares y cáncer… oootra vez!!!

Hace poco, leyendo las noticias, me encuentro con un artículo que vuelve sobre el sobado tema de si los teléfonos celulares provocan cáncer o no. Al parecer, científicos de la OMS analizaron estudios y dijeron que sí, que se incrementaban las posibilidades. Y otros que no, que para hacer este tipo de declaraciones no contaban con evidencia suficiente.

Conclusión: Los güeyes no se ponen aún de acuerdo.

Y no es que sean tan güeyes, si tienen maestrías, doctorados y prestigio, pero como que de pronto se les olvida que es un asunto delicado, que afecta a millones y millones de personas, que preocupa a las madres y que puede provocar daños irreversibles a la economía.

Si es verdad, no lo pueden probar aún.

Si es mentira, no lo pueden probar aún.

Tons?

Parece que los científicos también quieren sus cinco minutos de fama, y para ganársela están dispuestos a provocar miedo en las personas, involucrar a instituciones tan prestigiadas como la OMS y todo con tal de salir en las noticias, de que los inviten a los debates y a que la gente se fije en ellos… pero dejar escapar noticias así sin tener ninguna certeza, y basándose en metodologías cuestionables me parece algo que solo haría alguien con muy poca madre.

¿Desde cuándo los meta-análisis son un método estadístico adecuado para probar algo? Es como sumar peras, manzanas, bolas de boliche y copos de nieve, mezclarlo todo y describir la composición de esa mezcla como si se tratase de una muestra homogénea.

El calorcito

Si bien el calorcito es sabroso, mucho de él también cansa y este año este Pato Araña se está muriendo de calor, pues las típicas lluvias que comienzan en mayo y arrecian en junio, brillan pos su ausencia. ¿Será que eso del calentamiento global es verdad? No lo puedo creer, pero en todo caso miro y miro el cielo para ver si alguna nubecita se pinta de negro y deja caer aunque sea unos chisguetes y nada. Sólo alcanzo a ver el cielo claro que, roñoso, no quiere darnos una lluvia decente. Ha habido algunas lloviznas, pero tan pinchurrientas que piensa uno que el clima nomás nos está tomando el pelo. Llueve unos minutos, truena, vuelven a a caer unas gotas famélicas que se secan de inmediato y al rato ya está el sol levantando vapores que empeoran las cosas. Demonios, si tan solo hubiera una buena tormenta, cerraba el pico, pero este es un reclamo a Tláloc o a quien resulte responsable de esta sequía que, al menos en el Detrito Defecal, nos está haciendo sudar la gota gorda.

A ver si el mejor alcalde del mundo puede darnos una ayudadita, ¿no?

Que se tome nota de mi protesta!!!

Las aventuras del Gelipe

Un vato llamado Gelipe, chaparrito y borrachín, se fue al otro laredo pa’ desayunar con los importantes. Muy emocionado por la invitación, se puso sus mejores trapos y los güeros le dijeron que sí, que era un buen valedor, que les gustaba cómo estaba haciendo la chamba, que siguiera así, pero que le bajaran a los madrazos, que no había necesidad de tanto tiro, de tanto descabezado, de tantos moridos sin sepultura.

Pero Gelipe tomó lo bueno de todo esto. Se olvidó de los regaños y dijo a los periodiqueros que dijeran solo lo bueno, que en 45 minutos los pinches dientones no alcanzaron a decirle lo grande que era, lo mucho que había cambiado este país muerto de hambre, jodido, que no importaba que la gente se apedreara por un bolillo, que las cosas eran más buenas de lo que eran. Él sabía que mientras no dejara de hacerle caso al negrito que vive en la casa del color opuesto, tendría sus centavitos seguros pa’ cuando se retirara.

Y así se regresó el Gelipe a su casita en los arbolitos, bien contento y bien orgulloso de haberse ganado una palmadita en el hombro de esos pinches güeros mariguanos, que de no ser tan atascados acá no tendríamos de dónde sacar tanto billete verde pa’ tragar y pa’ darle su mochada a todo el mundo, sobre todo a los azules que siempre andan muertos de hambre.

Viendo las cosa desde lejos (Gelipe no es güey, aunque los demás lo crean), se dio cuenta que en este país de guarachudos no lo aprecian en lo que vale.

Que se jodan, dijo, y se echó un güisquito.